La frase del momento

"Si hay algo que he aprendido, es que la piedad es más inteligente que el odio, que la misericordia es preferible aún a la justicia misma, que si uno va por el mundo con mirada amistosa, uno hace buenos amigos."
Philip Gibb

domingo, 11 de enero de 2015

El problema de Europa es la falta de identidad


La identidad es importante, a nivel individual el ego es lo que nos ayuda a enfrentarnos a la vida, lo que nos mantiene estables para poder comprobar la dirección a la que nos movemos y por lo tanto algo indispensable para ir encaminados hacia algo, y, sin embargo, es un término que nos suena como el culo. Para la mayoría de gente "ego" es sinónimo de megalomanía o narcisismo, en lugar de, más acertadamente, autoestima. Y es un exceso de autoestima y no la autoestima en sí la que favorece conductas narcisistas. E igual de preocupante, cuanto no más, que el exceso es el defecto, al menos desde el punto de vista de las cifras, la baja autoestima es una epidemia, muy relacionada la depresión, y ésta nos llega en parte por haber perdido nuestra propia identidad, o lo que es lo mismo, por habernos perdido a nosotros mismos. Con los países viene a pasar algo parecido...

Patriotismo es una palabra hiperdistorsionada, hasta tal punto que lo habitual es que nadie la relacione con un amor sano hacia el lugar al cual se pertenece, al fin y al cabo es simplemente eso, una señal identidad. El problema es el exceso, el ultranacionalismo, un amor patriota excluyente y muy falto de autocrítica, un amor celoso que no nos permite ver nuestros fallos como comunidad y que tampoco nos permite amar otros lugares, de la misma forma que el narcisismo no nos permite ver nuestros propios fallos ni amar a otras personas. Por un lado es lógico, después de lo que España y Europa han vivido en la historia reciente, lo que han tenido que pasar por algunos amantes (malos amantes) con políticas totalmente represoras. Cuando uno dice querer a su tierra automáticamente nos salta el pilotito rojo que lo relaciona con el nacional socialismo, o el franquismo, o nacional comunismo o simplemente con el facherío más sectario de cada país. Pero nos hemos olvidado de otros patriotas que nos han otorgado grandes cosas, patriotas como Lorca, que un día dijo sin tapujos:


Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.


No parece un texto muy nazi, ¿verdad? De hecho parece una reflexión bastante madura sobre la relación de un hombre con el estado al que pertenece, un amor sano que no discrimina entre personas, eso sí, siempre y cuando sean "buenas". Y, ¿a qué viene todo esto?, pues viene a que gran parte de los europeos hemos perdido nuestra conexión con la cultura propia, y en un canto a la cultura ajena estamos tirando por tierra gran parte de las cosas que tanto esfuerzo nos ha costado obtener, entre otras, la libertad de expresión. Y es aquí donde aparece el gran problema, en base a algo primeramente bueno, el respeto a lo ajeno, hemos favorecido la cultura del gueto.

Y aquí entra la voz cantante de la izquierda, qué permanece impasible a la violación de nuestros derechos, e incluso llega a justificar crímenes en base a ese respeto a la multiculturalidad, al permitir posturas que distan mucho de la sociedad idílica en la que hemos invertido tanto esfuerzo, y es que señores: las leyes del Corán ni son inmutables ni deben irrumpir en los derechos individuales o colectivos de las personas, algo que ocurre todos los días. Y no hace falta hablar de bombas o tiroteos, simplemente hay que ver cómo en España casi el 50% de los asesinatos por violencia de género se producen por manos extranjeras, y no es que le quite peso al otro 50%, simplemente es una cuestión nuevamente de cifras: no hay un 50% de extranjeros en el país. Los asesinatos de mujeres son se dan con mucha más frecuencia en una "cultura" que en otra, pero eso a mí no me extraña en absoluto, pues somos cómplices en parte de lo que está pasando y lo somos simplemente cuando apoyamos el "derecho" de las familias a imponer (y lo digo con todas sus letras I M P O N E R) un velo a una niña de 10 años, o su "derecho" a mantener secuestradas a mujeres en sus propias casas (mi ex-vecina no podía salir a la calle sin el permiso del marido, algo, por lo que sé, bastante habitual), o su "derecho" a tratar de apestados (en el mejor de los casos) a jóvenes que deciden hacer cosas de jóvenes junto a otros jóvenes (eso sí, europeizados), o cuando se permitimos el "derecho" de comunidades enteras a no aprender el idioma de un país, o cuando permitimos un larguísimo etcétera de "derechos" que lejos de favorecer la integración favorecen la exclusión social y sentencian a los inmigrantes a un futuro de gueto. Y no es su culpa, señores, es la nuestra, por permitir estas cosas en base al respeto a su cultura, o lo que es lo mismo, por dar más valor a su cultura que a la nuestra, o, si no lo queréis ver así, por dar más valor a su cultura que a ellos mismos, eso sí, se nos llena la boca al decir: "qué vivan los derechos humanos". Y llegado a este punto, de años de mirar para otro lado, la voz cantante de la derecha llega y remata con su "son inintegrables, echémoslos", pero como no pueden conseguirlo, pues van a una de "vamos a tratarlos como a basura para que les quede claro cual es su lugar". Lo que no entienden es que su lugar y el nuestro es ahora el mismo, y tenemos que compartirlo, esa es la verdadera realidad, así que nos convendría replantearnos esa identidad nuestra, tan presente para algunos como olvidada para otros, y reafirmarla o flexibilizarla según el caso. El pueblo europeo se ha equivocado muchísimas veces, pero eso también le ha permitido aprender muchas cosas, si las olvidamos estaremos condenados a tener que revivirlas.

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