La frase del momento

"Si hay algo que he aprendido, es que la piedad es más inteligente que el odio, que la misericordia es preferible aún a la justicia misma, que si uno va por el mundo con mirada amistosa, uno hace buenos amigos."
Philip Gibb

jueves, 11 de diciembre de 2014

Esa sombra

A la espera de que se me ocurra algo mejor acabo darle a este texto el título de "Esa sombra", ciertamente no me siento cómodo dándole título a algo que parece escrito por otra persona, por una persona que se marchó hace tiempo, un adolescente de 16 años que en su momento no quiso dar nombre a la mayoría de cosas que escribía, supongo que porque nunca pensó que nadie las vería; pero ese alguién se marchó hace mucho tiempo dejándome los derechos de autor, su mérito y sus palabras, palabras que sin duda y sobre muchas otras parecen verdaderamente talladas a puñal, ¿estaré perdiendo mi toque?

Esa sombra

Tarde de un lluvioso día. Un abatido joven aprieta el paso buscando el leve refugio que una parada de bus puede ofrecer. Las calles son ahora un páramo desértico, está solo, aunque no mucho más que cualquier otro día, piensa. Al fin llega a su destino, empapado, y encogido por el frío, espera. El tiempo pasa más lento de lo normal cuando nos encontramos en una situación incómoda, los minutos parecen horas ante ese paisaje gris e invariable de aquella ciudad vacia, en la que sólo algunas personas, corriendo en la lejanía, rompen la abrumadora marcha que impone el sonido de la lluvia. Aquel joven de mirada tímida y frágil rostro acepta aquella espera con total sumisión, como siempre, siempre esperando una tregua, un momento de paz, aquel momento en el que dejara de sentirse pequeño, ese momento en el que se librara de la carga que supone ser siempre lo mismo: ese pobre fracasado precipitándose al vacío, una sombra insignificante llena de miedo... tan sólo el mismo idiota, un torpe inseguro esclavo de una mente perdida y de un corazón contuso.

Por fin llegó aquel bus tan lleno de historias, personas de aquí y de allá, siempre recelosas unas de otras, pues acostumbraban a sentarse lo más lejos posible del resto de ocupantes. El joven hizo lo propio y ocupó el asiento que da a la ventanilla de la última fila, nadie lo vería allí, nadie prestaría atención a las lágrimas resbalando por su rostro, golpeando en sus mejillas, lágrimas cercanas no tanto a la tristeza como al más profundo abismo de la desesperación.- ¿Sería así siempre?- se preguntaba mientras contenía la respiración, chirriando los dientes, apretando sus puños mientras sentía como las uñas se clavaban en la palma de sus manos. Estaba... está solo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario