La frase del momento

"Si hay algo que he aprendido, es que la piedad es más inteligente que el odio, que la misericordia es preferible aún a la justicia misma, que si uno va por el mundo con mirada amistosa, uno hace buenos amigos."
Philip Gibb

domingo, 15 de noviembre de 2015

¿Somos racistas?

Me he decidido a escribir este post después de haber leído la siguiente crítica a la sociedad occidental en el muro de un amigo: "Sois racistas", así de tajante se mostraba el autor en una entrada en la que habla de la inusual reacción masiva a los atentados de París. Bueno, entonces: ¿somos racistas?, pues a pesar de que en muchas de las cosas que  comenta estoy totalmente de acuerdo creo que su perspectiva es demasiado simplista y el uso del idioma tampoco es el más apropiado. Para empezar quiero ver que es lo que nos dice la RAE sobre el racismo:
1. m. Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros.
2. m. Doctrina antropológica o política basada en este sentimiento y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior.
 ¿Somos los Europeos neonazis en potencia? Pues creo, y espero, que no. Entonces, ¿qué somos? La RAE recoge otra definición que se adecua más a la situación:
1. f. Odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros.
Nos quedaremos con la versión más light de la definición, hostilidad hacia los extranjeros, o afinando más: hacia lo extranjero, lo extraño, lo que no nos es propio. Y por qué quiero hacer énfasis en el uso correcto de las palabras, sencillamente porque el mal uso de una palabra conlleva una desvirtuación de las mismas. Por ejemplo, ocurre todos los días con la palabra feminismo, las crecientes actuaciones de feministas radicales está haciendo que gente que feminista no se defina como tal, incluso seguramente ni sepan lo que significa, pero ya la asocian a algo que no les gusta. También está ocurriendo mucho con los términos "violencia doméstica", "violencia de género" y "violencia machista", su mal uso conlleva que la gente no sepa diferenciarlas, pero esa es harina de otro costal.
 
Hay una diferencia muy sustancial entre racismo y xenofobia, y eso hace que la palabra racismo se use la mayoría de veces de manera equivocada. La mayoría de gente que identificamos como racista es en realidad xenófoba, pueden no tener nada en contra de
 
un determinado color de piel, un grosor concreto de pelo o una forma determinada del ojo, pero ni se lo piensan cuando les preguntas si les gusta el Islam o los musulmanes, se sienten cómodos o seguros entre semejantes, su gran fobia es lo ajeno y su único delito, el ser desconfiados, pero, siendo sinceros: ¿esta desconfianza es unidireccional? La respuesta es un NO como una catedral. Su poco interés por conocer el islamismo se suma a la falta de integración del colectivo, pues gran parte del mismo tampoco tiene especial interés en entender la "cultura occidental", de hecho, conozco casos de gente que llevando aquí más de 10 años ni se han molestado en aprender nuestro idioma y utilizan a sus hijos como traductores cuando tienen que ir, muy por ejemplo, al médico o al colegio donde estudian sus retoños. Esto no quiere decir que todos los musulmanes se comporten así, ni mucho menos, la mayor parte pueden esforzarse por intentar adaptarse, pero haciendo honor a la verdad: es una comunidad bastante hermética, y lo es todavía más en otros países de Europa. Por lo tanto se suman al hambre hemos de sumarle las ganas de comer. Así que, tú, sí, tú, el que te has puesto una bandera de Francia en el perfil de Facebook, el que probablemente no tenga ni puta idea de lo que ocurre en Siria, tranquilo: puedes que seas un desinformado, pero no tienes porque ser, necesariamente, un racista, por mucho que insistan en hacértelo creer (quizá hasta te hayan convencido).

En primer lugar, si no conoces lo que pasa en Siria y sí lo que pasa en Francia, es porque unos medios de comunicación carentes de toda ética se encargan de que veas lo que ellos quieren que veas y cuando ellos quieren que lo veas, la falta total de objetividad por su parte es la norma que confirma la excepción y su amarillismo: infinito. En segundo lugar, el ver que ese atentado afecte a personas tan cercanas a ti, no tanto espacialmente sino culturalmente,te impacta mucho más que verlo en Ankara, pero no es sólo cosa tuya, eso es así para la gran mayoría, también para ese que pone el grito en el cielo, se trata de una cuestión de pura empatía y por tanto algo más complejo de lo que en un principio pueda parecer. Imaginad la situación de que la muerte del familiar de un vecino, o un compañero o, incluso, un amigo os afectara de la misma manera que la muerte de un familiar propio, viviríamos continuamente amargados, hemos desarrollado una barrera que de alguna manera nos protege de una sobrecarga emocional. Pues, con lo de Ankara pasa lo mismo, desde pequeños estamos tan acostumbrados a ver tragedias en países lejanos que de alguna manera nos hemos insensibilizado, hemos puesto una barrera para poder seguir viviendo como si nada, y eso es algo muy injusto, pero también es algo muy humano, y no creo que la mejor manera de romper esa barrera pase por recriminar esta realidad a la población, al menos no de esa forma.

Por supuesto que las cosas deben cambiar, y por ambas partes: occidente tiene que quitarse esa venda de los ojos que le impide ver más allá de su propia nariz y la sociedad musulmana, que actualmente representa un tercio de la población humana, debe alzar más la voz, pues como ya ocurrió con Charlie Hebdo hay un gran silencio por su parte, y, ojo, esto no lo digo yo, es algo que admiten muchos miembros críticos de su comunidad. Y, a todos, un poco de sentido común, que tampoco cuesta tanto.
Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó.
 "El Principito" - Antoine de Saint-Exupéry