Sin duda una de las peores sensaciones que uno puede sentir es la impotencia. Recuerdo cuando hace varios años me llamaron un domingo para decirme que no volvería a ver a alguien a quien realmente quería muchísimo, la persona qué, junto con mi madre, más me ha influenciado en la vida. Aquella que me enseñó a amar la natureleza, y el campo y los insectos, y la música, la pintura... y sobre todas las cosas, la vida; aquella mujer que siempre confió en mi y en todas las situciones. Esa persona se marchó... y yo no estaba presente.
Ese "finde" estuve en una jornadas de representación. El sábado me dijeron que la habían operado y que todo había ido bien, por lo qué aún queriendo ir a verla esperé a que acabaran las jornadas para visitarla. El domingo sobre el mediodía me llamaron para decirme que había muerto. En ese momento quise que el mundo se acabara, entré en cólera y lleno de lágrimas y furia sólo podía repetir: "me dijeron que todo había ido bien". Me sentía engañado. Y lo peor no había empezado todavía. Con el tiempo entró en escena el remordimiento, el pensar que podría haber estado allí para despedirme de ella, y sin embargo "yo qué iba a saber".
Pasó el tiempo y hablé con las hijas de la que fué y será mi tieta, mi madrina y mi abuela, todo eso a la vez. Seguramente ella se sentiría profundamente decepcionada por nuestro comportamiento, desprendía tanta vida, tanta ilusión, siempre alegre ante cualquier circunstancia. Y eso es con lo que me quedé: ella no murió ese día, no murió porque muchos la tenemos en nuestra memoria y, no sólo eso, en nuestras acciones, en nuestra propia vida. Su generosidad, su amor por el mundo, su eterna juventud siempre vivirá, siempre que seamos capaces de compartirla con otros, siempre que estemos dispuestos a abandonar la culpa y la tristeza y seguir, simplemente, hacia delante como ella lo hacía.
Hoy estoy muy lejos de mis amigos, a los que amo muchísimo, y que lo están pasando realmente mal. Me vuelvo a sentir impotente. Sin embargo no me puedo permitirme caer y no voy a dejar que ellos caigan, no mientras me queden fuerzas para hacerles saber que Fran no ha muerto, no mientras seamos capaces de tenerlo entre nosotros, hasta siempre y pese a todo: amando, riendo, soñando... viviendo.
"No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que anide en tu cabellera."
Proverbio chino
